A lo largo de la historia muchos productos han sido utilizados con fines supuestamente afrodisiacos. La miel, el chocolate, las ostras, el ajo, la canela, la nuez moscada, el cuerno de rinoceronte o los nidos de golondrinaā¦son ejemplos de una lista casi interminable de alimentos, especias y productos exóticos utilizados por distintas culturas para incrementar el deseo o el rendimiento sexual.
A nivel cientĆfico, ninguno de estos productos ha demostrado las propiedades que se les atribuyen. Tampoco el ginseng, los extractos de Gingko biloba , la yohimbina ni ninguno de los preparados que, en tiempos mĆ”s recientes, se publicitan como estimulantes del deseo o rendimiento sexual. De hecho no existe ninguna sustancia en la que se haya demostrado un efecto afrodisiaco especĆfico o selectivo.
Es cierto que algunas drogas, a dosis bajas, pueden producir efectos desinhibitorios o euforizantes. El ejemplo mĆ”s cercano es el del alcohol. Algunas personas pueden sentirse mĆ”s lanzadas o excitadas al consumir ciertas sustancias, pero no hasta el punto de producir un efecto especĆfico, selectivo y directo sobre el deseo sexual.
Los efectos de algunas drogas pueden influir de forma directa en la sexualidad.:
Los poppers relajan la musculatura lisa y facilitan la penetración anal.
La testosterona tambiĆ©n puede, en varones, incrementar el deseo sexual. Pero este efecto (excepto en personas con niveles bajos de esta hormona por alguna enfermedad) es sólo temporal y se acompaƱa de efectos adversos importantes tanto a nivel fĆsico como psicológico.
La testosterona tambiĆ©n se ha utilizado, en dosis bajas y en forma de parches, para el ādeseo sexual inhibidoā en mujeres aunque existe controversia tanto sobre la existencia real de este trastorno como sobre la eficacia de este tratamiento.
Algunos fĆ”rmacos (sildenafilo, tadalafilo, vardenafilo) facilitan la erección en varones. Pero se trata de un efecto puramente āmecĆ”nicoā que sólo se manifiesta ante un estĆmulo sexual adecuado.
Otros fĆ”rmacos tienen un efecto contrario: los opiĆ”ceos (morfina, oxicodona, fentanilo, heroĆnaā¦) producen disminución del deseo sexual, dificultad para la erección en los varones y alteraciones del ciclo menstrual en las mujeres.
Con respecto a las drogas utilizadas en contextos de chemsex , tampoco existen pruebas de que tengan efectos afrodisiacos. Muchas descripciones sobre sus efectos en artĆculos de prensa sugieren que, bajo sus efectos, las personas son vĆctimas de una excitación sexual irrefrenable que les hace perder todo control y se convierten en esclavos de sus mĆ”s bajas pasiones.
La realidad es bien distinta. Casi ninguna de estas drogas es nueva y la mayorĆa han sido utilizadas en medicina desde hace al menos 50 aƱos. Su uso recreativo tambiĆ©n tiene dĆ©cadas y las propiedades afrodisiacas han pasado inadvertidas hasta la llegada del āchemsexā. Un poco sospechosoā¦Āæno?
La metanfetamina, por ejemplo, fue utilizada en soldados y pilotos durante la Segunda Guerra Mundial para incrementar el rendimiento fĆsico de las tropas. TambiĆ©n se utilizó como adelgazante por sus propiedades para inhibir el apetito, aunque fue retirado del mercado por sus efectos adversos y potencial de dependencia. En la actualidad la metanfetamina se utiliza como fĆ”rmaco de segunda lĆnea en el tratamiento de la hiperactividad en algunos paĆses como en Estados Unidos. No se han comunicado casos de ādescontrol sexualā en soldados, amas de casa estadounidenses con sobrepeso ni niƱos hiperactivos en los Ćŗltimos 70 aƱos.
Por otra parte el abuso y dependencia a metanfetamina constituye un problema de Salud PĆŗblica en el Sudeste AsiĆ”tico. La forma de uso es mĆ”s parecida a la del heroinómano europeo de los 80 (asociado a desestructuración social, marginación, desempleo, delincuenciaā¦) que al del chemsex. Finalmente, hay pruebas documentadas del uso de metanfetamina por parte de destacados personajes del siglo XX (Marilyn Monroe, Adolf Hitler, Judy Garland, AndrĆ© Agassi, J.F. Kennedy, Elvis Presleyā¦). En sus biografĆas se destacan mĆ”s problemas en unos casos que en otros pero en ningĆŗn caso se relaciona su consumo con orgĆas, adulterio ni excesos sexuales.
El GHB se utiliza como medicamento para humanos en algunas formas graves de narcolepsia y otros trastornos del sueƱo. EstĆ” comercializado y aprobado por la Agencia EspaƱola del Medicamento sin ninguna referencia a āefectos afrodisiacosā en su ficha tĆ©cnica. Lo mismo sucede con la ketamina, utilizada en ginecologĆa, pediatrĆa, anestesia (tanto en humanos como en animales) desde mediados del siglo pasado.
Por otra parte el uso recreativo de GHB se remonta a los aƱos 90 del siglo XX (bautizado en la prensa con el desafortunado nombre de āĆ©xtasis lĆquidoā) Como el GHB, la mefedrona irrumpió como sustituto del Ć©xtasis (3,4-metilendioximetanfetamina, MDMA) hace 10 aƱos , ante la escasez de esta Ćŗltima. Ambas fueron drogas de clubbers y ravers ,que apreciaron sus efectos para amplificar las sensaciones sobre la pista de baile pero que tambiĆ©n pasaron por alto los supuestos efectos afrodisiacos.
Con todas estas consideraciones, no pretendemos negar el potencial de estas (y otras) sustancias como estimulantes sexuales. Pero sĆ poner las cosas en perspectiva, y seƱalar que los efectos de las drogas tienen que ver muchas veces con elementos de tipo social y cultural (expectativas, percepción social, motivaciones del usuario, experiencias previasā¦) que con elementos puramente farmacológicos. No hay droga capaz de alterar la percepción y el deseo sexual hasta el punto de lo incontrolable, al menos que ese sea precisamente el efecto que el usuario estĆ” buscando.