Artículo escríto por Arnau Rull Camprubi y Gaston Auguste Biangulli, psicólogos en ChemSex Support.
En la historia de la sexualidad humana, la combinación de ésta con diferentes tipos de drogas para incrementar su duración o intensidad ha sido algo a lo que se ha recurrido de diferentes formas y en distintos momentos. Sin embargo, el ChemSex como fenómeno y subcultura se ha instalado en nuestro entorno en los últimos años, y parece que lo ha hecho para quedarse. Nos parece interesante tener en cuenta algunos indicadores a considerar si eres alguien que lo practica o está pensando en hacerlo, de cara a poder pensar en cuándo éste se está convirtiendo en problemático o puede llegar a serlo.
En un momento inicial, lo que nos solemos encontrar como primera señal de alarma en personas que practican el ChemSex y que consultan para gestionar su consumo, tiene que ver con el hecho de ir dejando progresivamente aquellas actividades que proporcionaban una estabilidad en su día a día (la vida social, el trabajo, estudios,…), o bien aquellas que suponían una motivación, generalmente proyectos personales que de repente dejan de ser alentadores, para quedar relegados a un segundo plano o a ninguno. Entonces la necesidad de volver a tener una sesión se instala como principal prioridad, restando valor a todo aquello que antes lo tenía. Aquí podemos tener una primera señal bastante certera de que el consumo se está convirtiendo en problemático.
Como psicoterapeutas, solemos prestar especial atención al momento vital de la persona en el momento de iniciar la práctica, dentro del transcurso de su línea de vida. Nos parece importante detenernos a observar los aspectos más emocionales que entran en juego y se entrelazan con dicha práctica. Es especialmente relevante aquí preguntarse si se puede estar pasando por un momento emocionalmente intenso, ya sea por la dureza de alguna situación vital, por el poder estar contactando con una intensa sensación de soledad, o con un vacío existencial muchas veces difícil de describir. En todos estos casos, se puede recurrir al ChemSex como una forma de proporcionarse placer en un momento en que gestionar ciertos estados emocionales sería especialmente duro y angustiante. Por lo tanto, decimos que se puede estar “tapando la emoción” o la situación con la práctica del ChemSex, para así evitar tener que pasar por ella, aunque sea de forma momentánea. El placer evitativo que proporcionará dicha práctica, con el bajón posterior sumado al hecho de volver a contactar con una dura realidad, facilitará que rápidamente se vuelva a buscar de nuevo aquella sensación de placer. Aquí entramos en un poderoso factor de riesgo que lleva a un consumo problemático y a un círculo vicioso, a la repetición, donde rápidamente uno siente que se le ha ido la situación de las manos.
En relación a ello, también cabe destacar un punto importante que creemos que debemos considerar a la hora de pensar las vulnerabilidades, y es el hecho de que algunas de las personas que recurren a dicha práctica pueden haber sufrido alguna vivencia en su historia de vida que podemos definir como traumática. Hablamos de situaciones que, ya sea porque se experimentan en un momento temprano de la vida o bien por la gravedad de la situación (abusos sexuales o situaciones de violencia física), uno siente que no tiene recursos para hacerle frente. Entonces se experimenta una sensación de desamparo que, si no se ha podido procesar y elaborar adecuadamente, tenderá a una “compulsión a la repetición”, donde el placer de la sexualidad queda íntimamente ligado a un factor autodestructivo, y ya no se puede concebir de ninguna otra forma.
Otro factor que puede hacer que el ChemSex sea problemático es que la vivencia de la sexualidad sea exclusivamente con drogas. Muchos usuarios describen al sexo sobrio como aburrido y poco placentero. Al investigar psicológicamente esta vivencia muchas veces encontramos que está vinculado a una profunda dificultad para establecer relaciones de intimidad con otros GBHSH (gays, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres) tanto corporal como emocionalmente, por lo que la droga pasaría a ser un medio para poder generarla. En estos escenarios, el carácter anónimo y efímero de las sesiones se convierten momentáneamente en un lugar seguro y sin riesgo emocional de la expresión de la sexualidad. Por lo tanto, el desarrollo del sexo sobrio se convierte en uno de los factores para la reducción de riesgo de estas prácticas.
También cabe prestar atención a si los espacios de ChemSex son el único momento donde la persona socializa con otros GBHSH. La soledad es un factor de riesgo para este tipo de prácticas, por lo que pensamos que es interesante revisar la relación que las personas establecen con los pares de la comunidad. Estos escenarios coinciden con otras épocas donde la expresión del sexo entre hombres era exclusivamente en condiciones de anonimato y clandestinidad. Podemos comprender que fueron lugares de resistencia política ante un sistema heteronormativo y patriarcal, sin embargo habiendo avanzado en derechos sexuales y humanos, en este sentido se puede observar la repetición de aquellas relaciones, donde quizás operan los mismos estigmas que antes, pero esta vez entre nosotros. Comprendemos la celebración de la libertad sexual que la época nos permite pero en esta línea también nos preguntamos cómo cuidarnos y generar redes de apoyo entre nosotros garantizando esta libertad.
Además observamos que algunos usuarios encuentran en el ChemSex un lugar donde tener VIH no sea un inconveniente. Esto nos lleva de nuevo a preguntarnos sobre las relaciones que establecemos entre los GBHSH y si no estamos reproduciendo entre nosotros los estigmas de la sociedad. Entonces aquí surge la pregunta: ¿Qué espacios existen para conocer a otros GBHSH más íntimamente sin sexo y/o sin drogas?, ¿qué emociones y pensamientos nos genera esto?, ¿Qué espacios íntimos encontramos para hombres con VIH y cómo gestionamos estas situaciones cuando vamos a tener sexo sobrio?
En el mejor de los escenarios surgen amistades profundas, parejas (abiertas o no), triejas, redes poliamorosas, relaciones de apoyo mutuo, grupos de amigxs, etc. que se puedan sostener en el tiempo y que ayuden a la regulación del consumo de sustancias. Consideramos que los espacios mixtos son recomendables. Es decir, es importante generar redes de apoyo mutuo no asociadas al consumo y/o al sexo exclusivamente. En este sentido algunos usuarios también desarrollan su red de apoyo en clubes deportivos LGTB+, participando en asociaciones de la comunidad, a través del uso de otras apps no asociadas a las prácticas de ChemSex (Tinder), etc. En conclusión, si el consumo de chemsex te está trayendo problemas, no sientas vergüenza por ello y no temas en pedir ayuda. Puedes hacerlo con amigxs, vínculos cercanos, en entidades LGTB+ (como Stop Sida), donde cuentas con servicios de atención psicológica gratuita.